martes, 1 de abril de 2008

GLOSARIO

PODER
Por poder pueden entenderse múltiples conceptos de acuerdo a cada campo. A un nivel básico, poder suele identificarse con la noción de fuerza (por ejemplo, la fuerza pública). Sin embargo la noción de poder suele estar más relacionada a la acción social colectiva que a la fuerza física. También se entiende como la capacidad para cambiar la realidad.
El poder puede ser detentado u obtenido gracias a:
La fuerza (violencia, coacción): "el origen de todo poder es la violencia". Según Max Weber, "el Estado es aquella comunidad humana que ejerce (con éxito) el monopolio de la violencia física legítima dentro de un determinado territorio"
La persuasión (directa, indirecta, subliminal; por persuasión moral, incluyendo a la religión).
Una autoridad delegada (por ejemplo, en un proceso democrático).
La influencia social o la tradición; la presunción de tenencia de unas determinadas habilidades o cualidades, sean éstas ciertas o no.
La pertenencia a una determinada clase social.
Un carisma personal o colectivo.
Una pericia o habilidad (un "saber-hacer"): por ejemplo, el poder del ingeniero que es capaz de diseñar una máquina.
El conocimiento (enseñándolo o no revelándolo, compartido o guardado en secreto)
El dinero: control a través de la propiedad de los medios de producción, poder financiero, etc.
En las relaciones personales: dominación/sumisión.

SABER
El conocimiento es el producto del interés del sujeto por saber más sobre su objeto de interés; el saber, es la acumulación de conocimiento sobre los sujetos y los objetos. Todo conocimiento es intencionado; es el producto de un plan que hace el sujeto para conocer más características de los objetos de su interés.Los profesionales de un campo de conocimiento dominan un saber y lo aplican para la solución de problemas; pero no todos saben cómo generar nuevo conocimiento; pues éste es producto de la investigación científica. Es producto de la intención planificada.

CIUDADANÍA
Un ciudadano es un miembro de una comunidad política. La condición de miembro de dicha comunidad se conoce como ciudadanía, y lleva una serie de deberes y una serie de derechos, de los cuales los más importantes son los derechos de participación política, el principal de ellos el derecho al voto, que es la seña de identidad de las modernas democracias representativas predominantes en el mundo.
El concepto de ciudadanía ha cambiado a lo largo de la historia, haciéndose cada vez más incluyente. En las democracias más antiguas, incluida la famosa democracia ateniense, sólo eran considerados ciudadanos los varones, y por tanto las mujeres tenían privado todo tipo de participación en la vida política. A veces era también necesario disponer de un determinado nivel de renta económica para ser considerado ciudadano. El concepto fue adquirido y desarrollado posteriormente por el Imperio Romano.
En las democracias modernas normalmente tienen la condición de ciudadanos todos los hombres y mujeres mayores de edad (siendo la mayoría de edad fijada generalmente en los 18 años), aunque en algunos lugares quienes han sido condenados por la justicia pierden dicha condición, como sucede en algunos estados de Estados Unidos.
En cuanto a su etimología, el término tiene su origen en ciudad, ya que originalmente esta era la unidad política más importante. Con el tiempo la unidad política pasó a ser el Estado, y hoy en día al referirnos a ciudadanos suele ser respecto de un determinado Estado

IDENTIDAD
Puede hacer referencia a:
- La identidad como la distinción de cualquier tipo entre cualquier persona, animal o cosa y sus semejantes.Se refiere al ente que existe como idéntico a sí mismo en el tiempo y el espacio, una noción del “ser en sí”.
- La identidad como una cualidad del “ser para sí”, sólo válido para las personas los grupos, es decir, involucra el entorno, la historia y la voluntad, no es una característica dada sino que es potencial a desarrollar y está referida a modos de existencia. Véase identificación
- También puede referirse a la conciencia de ser uno mismo.
Identidad cultural: Características e ideas comunes pueden ser claras señales de una identidad cultural compartida, pero esencialmente se determina por diferencia: sentimos pertenecer a un grupo, y un grupo se define a sí mismo como tal, al notar y acentuar las diferencias con otros grupos y culturas. Cualquier cultura se define a sí misma en relación, o más precisamente en oposición a otras culturas. La gente que cree pertenecer a la misma cultura, tienen esta idea porque se basan parcialmente en un conjunto de normas comunes, pero la apreciación de tales códigos comunes es posible solamente mediante la confrontación con su ausencia, es decir, con otras culturas. En breve: si piensas que eres parte de la única cultura existente, entonces no te ves como parte de una cultura.
Sin embargo, la concepción de identidad es para muchos motio de vergüenza y desconocimiento de sus raíces. De esta manera la dinámica de la auto-definición cultural implica un continuo contacto entre culturas. Más aún, esas relaciones nunca son de igualdad, dado que nunca se manifiestan de manera aislada: la complicada red de relaciones creada por la superposición de relaciones políticas, económicas, científicas y culturales, convierte cualquier relación entre dos culturas en una relación desigual. Siempre hay una cultura dominante, o una práctica cultural dominante (la cultura A puede ser, por ejemplo, dominante en literatura, y la B en cine).
El carácter desigual de las relaciones interculturales, es decir, el hecho de que la construcción de la identidad está ligada a relaciones de poder desiguales, implica que la construcción de la identidad pueda considerarse ideológica: al establecer su identidad, una práctica cultural construye, reproduce o subvierte los intereses sociales y las relaciones de poder.
El hecho mismo de que dentro de una cultura o práctica cultural exista la conciencia de una identidad común, implica que también hay un impulso hacia la preservación de esta identidad, hacia la auto-preservación de la cultura. Si la identidad es construida en oposición a los extraños, las intrusiones de otras culturas implican la pérdida de autonomía y por lo tanto la pérdida de identidad. Las convenciones compartidas en las que se basa una identidad son frecuentemente implícitas. Para que el funcionamiento interno de una cultura sea posible, ciertas reglas básicas y significados que subrayan su producción son generalmente dadas por hecho por los participantes. Este todo estructurado (pero plural y dinámico) de presuposiciones es lo que llamamos "doxa". De manera similar a la manera en la que la presuposición de una declaración lingüística ("¿Cuándo dejaste de golpear a tu esposa?") no puede ser objetada (puedes contestar "nunca pare" pero no "nunca la golpee" a menos que llames al otro mentiroso), la doxa de una cultura determinada no puede ser objetada (haciéndola en el proceso explícita, en tanto su eficiencia descansa en su carácter implícito) sin desafiar la legitimidad auto-evidente de la cultura y sus productores.

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