domingo, 6 de abril de 2008

¿Qué es la identidad?

Desde la adolescencia, todo hombre y toda mujer descubre su propia existencia. Y surge la necesidad de satisfacer las viejas preguntas que se ha hecho la Humanidad desde los albores de los tiempos. ¿Quién soy Yo? ¿Qué soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuál es mi papel en la Vida? ¿Qué sentido tiene mi existencia?
Ya Sócrates nos recordaba el viejo precepto del frontispicio del templo de Delfos en Grecia: Conócete a ti mismo y conocerás el Universo.
Precisamente la Identidad es la compleja respuesta a la eterna pregunta humana "¿Quién soy?"
Anita E. Woolfolk indica que la Identidad se refiere a la organización de la conducta, habilidades, creencias e historia del individuo en una imagen consistente de sí mismo. Esto implica elecciones y decisiones deliberadas con respecto de la vocación y de una "filosofía de vida”.
Diane E. Papalia y Sally W. Olds explican que la búsqueda de identidad es una búsqueda de toda la vida, la cual se enfoca durante la adolescencia y puede repetirse de vez en cuando durante la edad adulta. Erikson enfatiza que este esfuerzo por encontrar un sentido de sí mismo y del mundo es un proceso sano y vital que contribuye a la fuerza del ego del adulto. Los conflictos que involucran el proceso sirven para estimular el crecimiento y el desarrollo.
Así, para alcanzar un buen nivel de autoestima, debemos antes que nada descubrir nuestra Identidad. La primera pregunta que debemos contestarnos con franqueza es ¿quién soy yo? ¿qué soy?, y más importante y decisivo aún, ¿qué quiero ser?

Autoestima como resultado de nuestra identidad
Es un autorretrato o imagen interna que incluye las diversas características que adscribimos a nuestra personalidad. Se construyen con el paso del tiempo y sirven principalmente para organizar la información que se refiere a uno mismo. Cuando nos encontramos con información o sucesos nuevos, intentamos comprenderlos desde el punto de vista de esas estructuras cognoscitivas. Son como una compleja lente psicológica a través de la cual nos vemos a nosotros mismos y las cosas que nos rodean, casi sin darnos cuenta. Por ello dice un aforismo que "todo depende del cristal con que se mire".
Este autosistema o autoesquema constaría de varios componentes, según el autor que los explique: autoconsciencia, autoevaluación, autorregulación y autoeficacia.
- Autoconsciencia o autoconocimiento. Es el conocimiento -juicio u opinión-, objetivo o subjetivo, que la persona tiene de sí misma. ¿Qué creo de mí mismo? ¿Qué soy? ¿Quién soy? Son las respuestas que íntimamente damos a estas preguntas, más allá de las mascaradas que asume la mente para no perturbar la propia conciencia.
- Autovaloración. Es la evaluación emocional de una persona sobre sí misma y sus relaciones afectivas ante tal evaluación. ¿Qué siento de mí mismo? ¿Cómo me siento al sentirme así? Cuando la autoestima es baja, suele estar conformada por la interiorización de lo que suponemos es la valoración emocional hacia nosotros de nuestros seres queridos. Además del rechazo de la propia emotividad, suelen surgir bloqueos emocionales que nos impiden una sincera apreciación de nuestras heridas y traumas afectivos.
- Autorregulación o autodisciplina. Es un aspecto esencial del desarrollo humano. Si no se aprende a controlar la propia conducta -a evitar lo que ha de evitarse, a esperar cuando no se pueden obtener las cosas inmediatamente, a variar las estrategias cuando no funcionan- se estará a merced de las circunstancias, y nuestra satisfacción o insatisfacción dependerán más bien del azar que de nosotros mismos. La señal de la autorregulación es el control interno.
- Sentido de Autoeficacia. Es la opinión o conciencia que uno tiene sobre su capacidad o incapacidad para realizar con éxito alguna tarea o proyecto. No depende tanto de si la tarea es fácil o difícil, sino de nuestra confianza en poder alcanzar la meta, y forma uno de los aspectos más importantes en la motivación o desmotivación. Es el "Yo puedo" o el "Yo no puedo".

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